El asesinato del sacerdote confirma el poder del crimen en Chiapas

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El asesinato del sacerdote confirma el poder del crimen en Chiapas


Escrito en OPINIÓN él

El Chiapas de ayer es un recordatorio de la creciente violencia en México. Este no es un hecho aislado, sino parte de un problema mayor: la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad de sus ciudadanos.especialmente aquellos que defienden los derechos humanos y la justicia.

Pérez no sólo era sacerdote; Se convirtió en un símbolo de resistencia y lucha por los derechos de los pueblos indígenas. Condenó abiertamente el crimen organizado, la explotación de los recursos naturales y la violencia que afecta a la región, muchas veces con la complicidad de los gobiernos federal, estatales y municipales. Su asesinato, cometido por dos hombres en motocicleta después de misa, es una tragedia que priva a Chiapas de una voz clave en la lucha por la paz.

¿Qué deberían hacer Chiapas y el gobierno federal? Primero, una investigación rápida y exhaustiva. Este crimen no debe quedar impune, pero todo indica que, como ocurre entre el 90 y el 95 por ciento de los asesinatos en el país, no será resuelto. El asesinato de un líder como Marcelo Pérez envía el mensaje de que nadie está a salvo, ni siquiera quienes tienen medidas de protección, como las que recibió de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Sin embargo, una investigación no es suficiente. El verdadero problema es la penetración del crimen organizado, que controla el tráfico de drogas, la gente y los recursos de grandes regiones de Chiapas. El gobierno debe actuar como nunca antes lo ha hecho: desmantelar decisivamente estos grupos, a través de una estrategia coordinada que combine inteligencia, operaciones policiales y el compromiso del gobierno de no ceder ante la corrupción.

También existe una necesidad urgente de fortalecer las medidas de protección para los defensores de los derechos humanos. El caso de Pérez muestra claramente que la protección actual no es suficiente. Desde 2017, la ONU ha documentado más de 134 asesinatos de defensores de derechos humanos en nuestro país, y este año se registraron al menos siete. No es posible que quienes alzan la voz por los más vulnerables sigan siendo blanco de los delincuentes.

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Además de la Guardia Nacional, soldados y policías que deben combatir de inmediato a los criminales, también se deben abordar las causas estructurales de la violencia, como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades que han caracterizado a Chiapas y México durante siglos.. El gobierno debe invertir mucho dinero en promover el desarrollo en las comunidades más vulnerables, especialmente entre los pueblos indígenas.

Finalmente, los gobernantes deben hablar constantemente con las comunidades locales. Imponer soluciones sin comprender la realidad local perpetúa la desconfianza.

La muerte del sacerdote Marcelo Pérez es una advertencia. La violencia en Chiapas ha alcanzado niveles intolerables y, a menos que el gobierno actúe con decisión, las tragedias seguirán ocurriendo.. Es necesario desarticular los grupos criminales, proteger a los defensores de los derechos humanos y fortalecer el Estado de derecho. Si no se ofrecen alternativas reales, el país seguirá estancado en un ciclo de violencia e impunidad.


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